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El Fondo Monetario Internacional (FMI) no aguardó al domingo para influir en las elecciones PASO al manifestar su preferencia por un candidato. El favoritismo político, respaldado por miles de millones de dólares, resulta tanto obvio como escandaloso. En un contexto marcado por la peor sequía histórica y una pérdida de exportaciones por valor de 20 mil millones de dólares en el primer semestre, el FMI recibió 6.922 millones de dólares en pagos netos. Estos pagos se realizaron mientras las arcas del Banco Central experimentaban una marcada escasez.
En comparación con la administración de Mauricio Macri, la situación es llamativa. A pesar de los programas fallidos y los incumplimientos, el FMI otorgó 44.500 millones de dólares en su mandato. Estos fondos se emplearon en respaldo a la campaña oficialista, que resultó infructuosa. En cambio, en un contexto electoral similar pero con fragilidad financiera, el FMI no solo incumple los desembolsos acordados, sino que también los aplaza hasta después de las elecciones primarias, presentándose como auditor estricto de metas macroeconómicas.
Este enfoque político del FMI se refleja en la pérdida de reservas del Banco Central y en la demora de pagos, generando preocupaciones sobre su impacto en la economía. A pesar de las muestras de cooperación y las medidas implementadas por el gobierno argentino, el FMI ha mostrado un comportamiento desestabilizador, contribuyendo al ahogo financiero. A pesar de la promesa de desembolsos, el FMI ha optado por posponerlos hasta después de las elecciones, sugiriendo una interferencia en el proceso electoral y resaltando su enfoque político.